"Me gustaría estar más profundamente conmigo, de algún modo, dentro del claustro que hay en mí, donde cuelgan las grandes campanas. Me gustaría olvidarme de todo el mundo, de mi mujer y mi hija, de todos los nombres, todas las relaciones, todos los momentos compartidos y todas las esperanzas ligadas a otros seres. Pero de qué me serviría alejarme de todo si en todos lados hay voces y en ningún lugar hay un refugio tranquilo, protegido por una bondadosa calma que me acoja. No hay un lugar donde lo mezquino sea menos invasivo y pesado. Si fuera al desierto el sol y el hambre me matarían; porque los pájaros dejaron de volar hacia los solitarios: tiran su pan entre la multitud que se lo disputa… Por eso, para mí, es terriblemente necesario encontrar el instrumento de mi arte, el martillo, mi martillo, que se convierta en el maestro y cubra todos los ruidos. Debe haber también un oficio en la base de este arte, un trabajo fiel, cotidiano, que haga fuego de toda leña, ¡esto seguro también es posible!"
Rainer María Rilke a Lou Andreas-Salomé
¿Cuántos golpes son suficientes para ser lo que uno está llamado a ser? ¿Cuánta fuerza se necesita para moldear la vida propia? ¿Cuánto tiempo se necesita para alcanzar dicha transformación?
En el tercer cuaderno, que comienza a escribirse la mañana del 21 de octubre de 1941, percibimos que Etty Hillesum parece determinada a seguir su camino de maduración y reconoce la existencia de una voz interior que la confronta y la ayuda a tomar de decisiones (1). Este tiempo, marcado por un contexto social bastante oscuro, deviene en un espacio para comenzar un ejercicio de mesura y equilibrio de la dimensión mental y del pensamiento.
El cuaderno se abre con una alusión directa a una de las cartas que escribe el pensador alemán Walter Rathenau en la que se plantea una suerte de contraste entre el mundo material, en el que hay cierta tendencia a la debilitación y a la perdida, y el mundo de la mente, signado bajo el carácter de lo peligroso, debido a lo ilimitado que pueden resultar los pensamientos, las ideas y la imaginación. En su planteamiento, Rathenau manifiesta la necesidad de forjar el terreno de lo mental como si se tratara de una pieza de metal que se pone sobre un yunque para ser moldeada a fuego y martillo.
El asunto de la mesura que señalamos como transversal en este tercer cuaderno aparece aquí relacionado, metafóricamente, con la fuerza y los golpes de la herrería.¿Cuántos golpes son suficientes para ser lo que uno está llamado a ser? ¿Cuánta fuerza se necesita para moldear la vida propia? ¿Cuánto tiempo se necesita para alcanzar dicha transformación?
Podemos responder estas preguntas siguiendo la narrativa íntima que comienza a desplegarse luego de la comida del mismo martes 21 de octubre. En primer lugar, percibimos que Hillesum habla del nacimiento de una auténtica independencia interior, y este nacimiento viene a ser el propósito que se buscará alcanzar en la fragua interior de nuestra joven neerlandesa. Dicho procedimiento de intensidad creacional (recreación), como todo parto, es lento y doloroso, por lo que se necesita un fuerte apoyo y refugio que brota tanto de las fuentes interiores como de los vínculos que se construyen en la vida cotidiana.
Nos salta a la vista una economía energética, puesto que, así como se busca un fortalecimiento personal, también hay una necesidad de optimizar la energía que se tiene para que no se gaste en vano y “el hombre y el martillo rueden en el abismo”. Precisamente por mor de esta economía Etty le suplica a Dios que le de menos pensamientos en la mañana y un poco más de agua fría y gimnasia; sin duda, los pensamientos desenfrenados buscan que nuestra joven neerlandesa encasille rígidamente la vida en formulas que no logran abarcar la inmensidad de lo humano y, de manera contraproducente, oscurecen los variopintos matices de la vida.
Este tercer cuaderno,el cuaderno de la modulación de los martillazos, nos va exponiendo una secuencia progresiva hacia dicha moderación de la metamorfosis, puesto que una transformación en la que no hay cierto orden y equilibro puede terminar pervirtiendo dicho proceso; por fortuna, esta perversión es mantenida a raya por Etty, gracias a las advertencias que constantemente recibía de J. Spier y de los pensadores que la acompañaban de manera constante. El resultado de este intenso periodo de fragua alcanza un sumo grado de expresión el 22 de noviembre de 1941, cuando percibimos en las anotaciones del Diario cómo la Etty que se resistía con resuelta cohibición a escribir-se se pone de rodillas y describe su interioridad con un devenir performativo que no pasa desapercibido: la chica que no sabía arrodillarse aprendió a hacerlo sobre una tosca alfombra de coco que se encontraba en un baño desordenado. Detengámonos en el pasaje en cuestión:
"Dentro de mí hay melancolía y ternura y también sabiduría que busca allí una forma.A veces, se pasan por mi mente diálogos enteros. Imágenes y figuras. Estados emocionales. Entonces entreveo, de repente, algo que deberá convertirse en mi propia verdad. El amor por las personas deberá ser conquistado. Pero no en la política ni en un partido, sino dentro de sí misma. Pero también atisbo falsa vergüenza que me impide reconocerlo. Y luego, Dios. La muchacha que no sabía arrodillarse y aprendió a hacerlo sobre una áspera alfombra de coco en un baño desordenado .Pero esas cosas son casi más íntimas que la sexualidad. Querría expresar con todos sus matices este proceso que sucede en mi interior, el de la muchacha que aprendió a arrodillarse".
En estas palabras,indudablemente, Etty reconoce el terreno principal de labranza: su interioridad. Con esto sobre la mesa, avanza nuestra joven neerlandesa hacia la gran empresa que aún reclama incontables y precisos martillazos: “ser fiel a sí mismo”, a pesar de las resistencias más profundas. Este será un trabajo que se renovara diariamente pues, como Etty misma confiesa desde su aguda sensibilidad fenomenológica y espiritual, ¡cuántas cosas pasan en un día, pues en un solo día se vive lo que cabría en una vida entera!
Por: Anderson Santos
(1) Cfr. Hillesum, E. (2016). Diario de Etty Hillesum. Una vida con mocionada, pp.49-50.
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