El inicio del décimo cuaderno del diario de Etty Hillesum deja entrever elementos de gran interés desde las diversas miradas investigativas. Y es que, cada línea es en sí un manantial, ante el cual, es importante navegar sin limitar su profundidad y riqueza humano-espiritual.
Una de las recapitulaciones y hallazgos que se deja entrever en el camino recorrido hasta llegar al inicio del cuaderno décimo, es la fuerza, vigor y coraje ante la vivencia del momento presente; algo así, como una necesidad que apremia de incluir cada detalle de las vivencias cotidianas ¿Cómo no querer sacar a luz el dolor, las injusticias, las miradas inquietas ante las situaciones aberrantes que acontecen? ¿Cómo no reflexionar ante la muerte en un mundo sembrado de millones de cadáveres? (3 de julio de 1942).
Etty se muestra ávida de querer describir, narrar y trasmitir un mensaje esperanzador para sí y para los demás. Porque como ella misma lo señala al hablar en su diario de Kosher el soldado alemán, “no hay fronteras entre las personas que sufren, se sufre a ambos lados de todas las fronteras y hay que rezar por todos” (3 de julio de 1942).
Etty vive de manera consciente hasta el más pequeño y sencillo detalle de la vida, lo acepta, acoge y transforma desde su manera crítica de analizar la realidad.
Pareciera que Etty quiere ser una respuesta ante tantos interrogantes que emergen en su contexto, ante los acontecimientos que atacan la dignidad humana; frente a ello, en el itinerario que lleva en su diario, se dan pinceladas de la profundidad espiritual que va emanando en sus palabras: “Así es, lo tenemos todo en nuestro interior: Dios, el cielo, la tierra, la vida y la muerte y los siglos, muchos siglos” (3 de julio de 1942). Es evidente, que ante la realidad humana que vive Etty, ella quiere ser instrumento de Dios, bálsamo que ayude a curar tantas heridas abiertas; pan partido y entregado a los demás.
¿Será que en Etty se da una aceptación de la realidad como resignación a lo que acontece en ella? No, todo lo contrario, en este sentido la aceptación se eleva a un nivel espiritual mucho más alto, que brota desde la toma de conciencia; aceptación que duele ante el dolor, que le lleva a descubrir el sentido de la vida aun en medio del sin sentido. Pero resulta también interesante, comprender la aceptación en Etty como una acogida: acojo equivocarme, acojo estar cansada, acojo cada fragmento de las cosas.
En Etty se ve pues, un aumento cada vez más detallado a todo lo que acontece en la cotidianidad; ella vive de manera consciente hasta el más pequeño y sencillo detalle de la vida, lo acepta, acoge y transforma desde su manera crítica de analizar la realidad. Es un proceso de arriesgarse a ser y expresar sin temor alguno.
“Me he preguntado a menudo: ¿Cuál es mi actitud ante la muerte? Pero no he llegado a profundizar mucho en ello, nunca tenía tiempo. Y ahora, la muerte se presenta ante mí por primera vez en toda su inmensidad y, sin embargo, es como una vieja conocida que forma parte de la vida y a la que hay que aceptar. Todo es tan sencillo. No hacen falta reflexiones profundas. De pronto, la muerte ha entrado en mi vida, grande y sencilla, y lo ha hecho de una forma natural, casi silenciosa. Ahora tiene un lugar en ella y sé que forma parte de la vida” (3 de julio de 1942).
Vale la pena aclarar que en Etty la aceptación no es resignación frente a la muerte o el sufrimiento; por el contrario, es una categoría que trasciende desde el comienzo el diario ante el progresivo trabajo de ella misma. La aceptación dentro del itinerario alcanzado se puede interpretar en relación con la acogida y la integración para lograr encontrar su sentido espiritual. Palabras y mensajes, que sin lugar a duda se hacen tan vigentes en la realidad actual; que comprometen y son un llamado constante a actuar frente a las diversas situaciones que vive la humanidad. Vale la pena interpelarnos sobre la postura personal que se tiene frente a la muerte, el dolor, las injusticias, el hambre, la enfermedad y otras situaciones que se viven en la cotidianidad ¿Ya las integramos y asumimos? Más aún ¿ya las vivimos desde el compromiso humano-espiritual?
Por Yuliana González
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