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Foto del escritorSEMILLERO ETTY HILLESUM

Luz de sombras

Actualizado: 30 jun 2021



El cuaderno I de los diarios de Etty Hillesum (1914-1943), que comprende sus escritos entre el domingo nueve de marzo de 1941 -día en el que empieza a redactar- y el cuatro de julio del mismo año, recoge sus reflexiones y sentires respecto a las experiencias que vive en Ámsterdam, en medio de la guerra y de la deportación de los judíos a los campos de concentración. Entre estos meses encontramos pausas en su testimonio, no hay registros del mes de abril y de mayo sólo hallamos una referencia.


Su ejercicio de escritura autorreferencial que, según las fuentes, hace parte del proceso de terapia que había iniciado en febrero del mismo año con el psicoquirólogo Julius Spier, deviene en un quehacer hermenéutico, donde la mímesis de la experiencia viva,que fue materializada en el relato,permite no sólo comprender a ese sujeto-mujer que se narra, sino también el contexto en el que se halla, el dolor y el sinsentido de la guerra y, a su vez, atisba luces para comprender el fenómeno de la existencia misma que se entreteje entre la contradicción y las utopías.Los matices narrativos que hallamos los lectores, son, en últimas, un espejo de nosotros mismos.


Etty halla, como parte de su proceso, un llamado a conectarse con otra forma de ser y de habitar que está en ella misma, de vivir a través de su alma, de escuchar su intuición, de habitar, tal vez, la simple presencia.

Los temas que atraviesan las primeras páginas de sus diarios son diversos y se entrecruzan: el atasco espiritual y la tarea de introspección, el deseo de ayudar a otros, la relación con la escritura, el deseo de hacer carne viva el pensamiento, su revelación contra el odio y contra las ideologías deterministas, el impulso por escuchar su interior -alma-, la relación con Dios, la correspondencia entre el caminar y la claridad, la dicotomía entre entrega y desapego, su ser mujer y, finalmente, el erotismo y su relación ambigua con Spier que, al menos en el primer cuaderno, es uno de los focos de atención. No nos referiremos a todos ellos en estas páginas.


El relato desnudo y honesto de Etty permite vislumbrar a una mujer que batalla consigo misma entre: sus ideales y la realidad, su sentir físico-emocional y sus estructuras mentales, sus anhelos de coherencia y las experiencias que ponen esto entredicho. La dicotomía y el contraste son el campo de experiencia en el que la autora emprende su camino de introspección, con la finalidad de dar orden al caos. En ese trasegar, aparece como un ser atormentado que duda de sí mismo, alguien arrojado que espera ser tomado de la mano y ser guiado; líneas después, aparece como un ser con una gran potencia de comprensión y acción que tiene el anhelo de liberarse, de ayudar a otras almas cuando ella misma haya hallado su centro (12 de marzo). Etty es un ser en busca de sentido, no sólo de su propia humanidad, sino del basto océano humano por el cual tiene interés.


En la lectura del diario no nos hallamos con un relato lineal y “coherente”, sino con uno humano, íntimo, que expresa el sentipensar de quien en esa búsqueda de moderación, orden y luz se halla con sus propias sombras, con sus vacíos y dolores -también físicos-. Su atasco, su constante tormento, el deseo de liberación y represión que aparecen, uno tras otro, con sus regaños y autoexigencias tienen una causa: las sombras que empiezan a brotar y que tiende a intelectualizar -algo que parece ser una constante de su personalidad-. Desde lo intelectual, Etty parece disipar sus sombras, por eso un día siente que ha superado sus celos, por ejemplo, pero días después esas mismas tendencias con la que lucha regresan, como algo que pide ser visto. La actitud de la autora en varias de sus líneas nos confronta con la tendencia humana que ya había señalado Carl Jung de que aquello que intentamos negar es lo que más nos somete.


Pese a esa tendencia de intelectualizarlo todo, que ella misma reconoce, en este primer diario, en medio de sus contradicciones internas, parece percatarse de que ese “exceso de concienciación debe desaparecer” (12 de marzo) y que “no siempre tiene sentido razonar” (15 de junio). Etty halla, como parte de su proceso, un llamado a conectarse con otra forma de ser y de habitar que está en ella misma, de vivir a través de su alma, de escuchar su intuición, de habitar, tal vez, la simple presencia. Vivir desde lo mental parece causarle a veces intranquilidad, pues aunque hayan “sentimientos y pensamientos que enriquecen y liberan, el caos siempre los atraviesa” (8 de junio).


Los ejercicios de meditación, a los cuales aún se está habituando y que también inició como parte de la terapia, parecen ser clave en ese sentido. Esa conexión a la cual se siente inclinada aparece en la primera parte del diario en perspectivas opuestas, ya sea como: “desconexión de sí misma” (19 de marzo) -como si se identificara más a sí misma con lo mental-, o como algo intrínseco, “dentro sí” (8 de junio) que debe escuchar. La identificación y desidentificación -o disolución, tal vez- son recurrentes en el relato, de ahí que escriba tanto en primera como en tercera persona.


Sus paseos matutinos, el movimiento pausado del caminar, junto a la meditación -palabra que reconoce le causa horror (8 de junio)- y a los ejercicios físicos y de respiración parecen ayudarle a estar más tranquila consigo misma. Estas actividades de pausa, de escucha, de silencio y conexión son aquello que la aterrizan a habitarse, a “vivir plenamente, en el minuto presente”, como contraste de su vieja tendencia de preparación y anticipación para algo grande y genuino en el futuro (21 de marzo). El diálogo con ella misma a vivir más en pausa, antes y después de días convulsos, son también contrastes recurrentes.


Su ser atormentado se percibe como alguien que está en proceso de apertura, de aceptación y, de una u otra manera, de rendición ante lo que es, un no querer poseer que se entrecruza con el permitir que la vida siga su curso, sin codiciar, sin resistirse; algo que tiene relación directa con una de sus tareas: “aprovechar la vida, por fuera y por dentro, no querer sacrificar nada de la realidad exterior a favor de la interior y tampoco al revés” (25 de marzo).


Desde estas primeras páginas, Etty Hillesum nos convoca a asumir la espiritualidad, la existencia, desde el humano que reconoce en sí mismo, y en el mundo, la contradicción, una espiritualidad corpórea, aterrizada, que nos invita a una liberación interna, que implica tomar incluso distancia del mundo (14 de junio,) en el sentido de que estamos como testigos, tal vez, de algo que se manifiesta y de lo cual hacemos parte al mismo tiempo. Actitud que no implica negligencia, ni tampoco inacción.


En su apertura y aceptación a la vida, Etty se revela contra el odio, aunque, por momentos, lo sienta contra otros e incluso contra ella misma. Quiere ser compasiva y fuente de amor, tal vez por eso la vida le estaba enseñando a trabajar eso primero en ella misma, a ser carne y hueso no sólo las ideas, sino también sus deseos más sutiles, de ahí que se ponga humildemente a disposición, a convertirse en un campo de batalla para cobijar el sufrimiento y los problemas del mundo, reconociendo los propios límites (15 de junio).


Etty Hillesum encarna la vieja sentencia filosófica que afirma que: una vida no examinada no es digna de ser vivida, examen que no se realiza sólo a nivel mental, que implica un observarse, ser testigo de sí mismo, verse al espejo honestamente, sentirlo todo, nombrarlo todo, narrarlo para intentar integrar las polaridades y contradicciones que se tejen en aquello que consideramos que es nuestra identidad -y que tal vez no lo sea-.


Por: Carolina Vargas-Garavito


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