Vivimos en un contexto de transformación de roles, de saberes, de procesos, de hábitos y de costumbres. Algunos diagnostican que estamos viviendo un cambio de época y otros, hasta pronostican lo que va a acaecer. Existe demasiado ruido para poder discernir una melodía de fondo, una voz clara, una intuición certera. Es muy pronto para intuir lo que va a permanecer en los próximos años. Por ahora, solo podemos constatar que el cambio se ha impuesto y da la impresión de que ha venido para quedarse.
…Para dejar salir música, poesía o, simplemente un destello de luz del interior, es vital estar abiertos al ejercicio de vaciarnos por dentro, de herir la herida que somos, de manera que podamos darnos siempre nueva forma".
Frente a este contexto, vemos que unos cuantos llaman a hacer síntesis de la vida en estos momentos de pandemia. Y se hace preciso, ahora más que nunca, romper con el sistema de la vida, un llamado a recomponer la existencia con sus múltiples matices. Etty nos dice que, ‘rendirse cuenta uno (a) mismo (a)’, es una responsabilidad histórica que implica empatizar uno (a) mismo (a) con la vida. Dicha experiencia nos coloca en la encrucijada de abrazar con fuerza las ambivalencias por las que transita nuestra vida, en palabras de Etty, a contar con los matices que nos regala la vida, esos que dan sentido y que, a la vez, proveen de novedad y creatividad lo que estamos siendo.
Quizás la paradoja mas radical de ese ‘rendirse cuenta’ sea tener que ir desposeídos de la pretensión de lo absoluto, de las verdades halladas, de las tareas realizadas. Si no se llega despojado, desnudo, desarmado al diálogo consigo mismo, solo se es portador de sí mismo, de las propias seguridades e ideologías o, simplemente, de los hábitos, costumbres u obsesiones propios.
En medio de todo...dejar pasar Luz
Antes de rendir cuentas a otros, la tarea es clarísima, es preciso rendirse cuenta uno (a) mismo (a). ¿De qué o de cuánto estamos llenos? ¿A qué o a quién debemos renunciar?
El rendirse cuenta de Etty no es una manifestación inquisidora, adquiere sobre todo una forma abierta y franca en una admirable honestidad consigo misma. Etty ha empezado a experienciar una sagrada pedagogía de la transparencia personal.
El ejercicio hermenéutico de Etty Hillesum es transparente porque Etty se da a la tarea de dejar pasar la luz por las oscuridades de su existencia, pero no precisamente, porque Etty desee malvender la revelación de su ser interior, sino y, sobre todo, porque en ese ejercicio diáfano de su existencia, Etty deshace los nudos del temor a ser juzgada por otros, quita con suficiente fuerza las barreras que hacen de escudo a la luz que le habita. Es así como podemos comprender el legado de Etty como una epifanía. Una revelación que en la medida en que logra pasearse por nuestra propia realidad, pareciera que nos hace ‘caer en la cuenta de’.
Para alivio de nosotros, este aprender a ser transparentes no se da sin antes hacemos entrar en nosotros la luz de los otros, del Otro, del mundo para saberse acogido por aquella luz que cierne el centro del fondo. Etty asume el peregrinaje hacia su interior porque en definitiva ‘algo’ ‘alguien’ la acompaña. Su honestidad es ciertamente cautivada por los otros, por el Otro, por la creación entera, y son estas relaciones de sentido las que le permiten reconstruir en su humanidad un compromiso desbordante, que bien podríamos precisar en una vocación profética de la esperanza.
Ahora bien, todo este entramado de reflexiones por las que atraviesa el itinerario de Etty brota de una necesidad calada en el interior. “Ay muchacha, qué desastre eres” expresa Etty. Y, sin embargo, “no tienes que tirarlo todo por la borda”. Esta particular manera de mirar su “desorden” existencial da cuenta de que, a pesar de todo, para Etty la vida debe seguir fluyendo. La gravedad de los acontecimientos que tañen su vida no es ocasión perfecta de una parálisis existencial, por el contrario, es la oportunidad certera para aprender a tomarse de la mano y decirse a sí misma: no me dejo arrastrar, tomo la delantera de mis incertidumbres.
En consecuencia, desocupar el interior de nuestro ser conlleva así el riesgo de no volver nunca más a ser el mismo. Los cambios que el tiempo nos da son para sacar provecho, para vivir las incertidumbres, las inquietudes, los miedos como dones que requieren de un trabajo consciente, honesto. Una labor espiritualmente traspasada por la escucha atenta del coro de voces contradictorias que gritan en el interior, expresa Etty.
La experiencia de la ambivalencia que se evidencia en la dialéctica entre lo bueno-malo, bello-feo, oscuro-claro, blanco-negro… nos han preparado para aceptar que lo que solemos llamar nuestra “realidad” es esencialmente el conjunto de nuestras percepciones. Ciertamente, estas ‘encrucijadas’ dan forma a la existencia. Son una dosis de significación existencial, es más gracia. Escribe Etty: es preciso mantener el taller interior disponible, siempre abierto. Pues no nos cabe ninguna duda de que, para dejar salir música, poesía o, simplemente un destello de luz del interior es vital estar abiertos al ejercicio de vaciarnos por dentro, de herir la herida que somos, de manera que podamos darnos siempre nueva forma.
Etty nos presenta un panorama sencillamente edificante. Su lenguaje expresa la necesidad de tejer con sabiduría la existencia, con la convicción de que en medio de todo nos abunda la gratuidad, la gracia, fuerza creadora que inyecta vida a la variopinta experiencia de ser y estar vivos.
Por: Juan Guillermo Cortés
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