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Foto del escritorSEMILLERO ETTY HILLESUM

Vulnerabilidad expuesta (Poema)


Ritmo acelerado

por palabras pronunciadas.

Estaciones de humores fugaces

en el ser sin definición exacta o primaria

solo fragmentaria y conveniente

anhelando acercarse

al centro de su fuente.


Viene así la corriente

de amor apasionado,

de ira encendida,

de la llovizna y la sonrisa

todo, sin finalizar el día.


La rotación de la tierra

trae el sol.

Luz irradiando

en el centro con certezas

y palabras reveladas

en el segundo del tic tac

que no esperaba

y se hace especial.


De repente

soy la que no era ayer

y sé algo que se ocultaba en mí

de mí,

sin mí.


Condenado a no ocultarse más

o eso creía.

Y al voltear el día,

todo era ignorado:

mi yo pasado,

los deseos buscados,

alcanzados,

amados,

el camino recorrido,

los ideales germinados.


Al voltear el día,

al venir la noche

quedan las manos perdidas

en el mapa innato

de los surcos de sus palmas.


De repente,

al caer la espalda

en el campo de trigo

de almohadas y sábanas,

renace el sentido

en la gratitud que callaba,

guardando silencio,

casi aprisionada

por el vaivén de la incomprensión.


Se escapó,

como chiquilla

que suelta la mano

y corre libre…

Gracias

y la bondad tuvo sabor,

las rodillas su oración,

el amor su palpitar.


Palpitar,

del tipo que ensancha el pecho

capaz de ser perceptible en su ritmo

y deja sediento,

y deja amando.


¡Amando!

¡amando!

¡Amando!

y desvanece los contornos

sumergiendo el palpitar,

el campo,

el trigo,

la semilla,

el proceso,

el tiempo

en el Alma de Todo.


Y todo es encuentro,

compasión,

palabra huidiza

de la tinta aferrada al momento.


y se olvida,

y se encuentra,

se precisa sin certezas,

florece y se seca,

ama,

odia,

abraza,

aleja,

se ignora,

se sabe,

se pierde,

se encuentra.

Lágrimas que caen

de sonrisa,

de tristeza.


La semilla “decrece”

y se repliega

en el interior del árbol fortalecido

que en su palpitar guarda

el sentir de rama pequeña.

Percibiendo su desnudez

en el otoño de

vendavales de deseos desenfrenados

en plena primavera.


Pero su tronco guarda

anillos de años pasados,

de experiencias vividas

en el mimo de sus propias manos,

brújula de sabia que va orientando

“Esta miseria se vive en consciencia

y con dignidad en alto”.


De pronto,

el árbol deja su vestuario lejano

para hablar de SU corteza,

delatando en ella

un retoño nuevo

de desconocida apariencia.


De golpe,

con la velocidad apremiante

de las alas de un colibrí,

la palabra se hace clara

y el retoño incómodo,

inquieto,

desconocido en su apariencia,

pintó su verdor

en la libertad

de la acogida de su corteza.


Y ella,

en su susurro…

sólo la nombró:

“vulnerabilidad expuesta”,

dando a luz a la primavera.



Por: Karla Michelle Guerra

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