Ritmo acelerado
por palabras pronunciadas.
Estaciones de humores fugaces
en el ser sin definición exacta o primaria
solo fragmentaria y conveniente
anhelando acercarse
al centro de su fuente.
Viene así la corriente
de amor apasionado,
de ira encendida,
de la llovizna y la sonrisa
todo, sin finalizar el día.
La rotación de la tierra
trae el sol.
Luz irradiando
en el centro con certezas
y palabras reveladas
en el segundo del tic tac
que no esperaba
y se hace especial.
De repente
soy la que no era ayer
y sé algo que se ocultaba en mí
de mí,
sin mí.
Condenado a no ocultarse más
o eso creía.
Y al voltear el día,
todo era ignorado:
mi yo pasado,
los deseos buscados,
alcanzados,
amados,
el camino recorrido,
los ideales germinados.
Al voltear el día,
al venir la noche
quedan las manos perdidas
en el mapa innato
de los surcos de sus palmas.
De repente,
al caer la espalda
en el campo de trigo
de almohadas y sábanas,
renace el sentido
en la gratitud que callaba,
guardando silencio,
casi aprisionada
por el vaivén de la incomprensión.
Se escapó,
como chiquilla
que suelta la mano
y corre libre…
Gracias
y la bondad tuvo sabor,
las rodillas su oración,
el amor su palpitar.
Palpitar,
del tipo que ensancha el pecho
capaz de ser perceptible en su ritmo
y deja sediento,
y deja amando.
¡Amando!
¡amando!
¡Amando!
y desvanece los contornos
sumergiendo el palpitar,
el campo,
el trigo,
la semilla,
el proceso,
el tiempo
en el Alma de Todo.
Y todo es encuentro,
compasión,
palabra huidiza
de la tinta aferrada al momento.
y se olvida,
y se encuentra,
se precisa sin certezas,
florece y se seca,
ama,
odia,
abraza,
aleja,
se ignora,
se sabe,
se pierde,
se encuentra.
Lágrimas que caen
de sonrisa,
de tristeza.
La semilla “decrece”
y se repliega
en el interior del árbol fortalecido
que en su palpitar guarda
el sentir de rama pequeña.
Percibiendo su desnudez
en el otoño de
vendavales de deseos desenfrenados
en plena primavera.
Pero su tronco guarda
anillos de años pasados,
de experiencias vividas
en el mimo de sus propias manos,
brújula de sabia que va orientando
“Esta miseria se vive en consciencia
y con dignidad en alto”.
De pronto,
el árbol deja su vestuario lejano
para hablar de SU corteza,
delatando en ella
un retoño nuevo
de desconocida apariencia.
De golpe,
con la velocidad apremiante
de las alas de un colibrí,
la palabra se hace clara
y el retoño incómodo,
inquieto,
desconocido en su apariencia,
pintó su verdor
en la libertad
de la acogida de su corteza.
Y ella,
en su susurro…
sólo la nombró:
“vulnerabilidad expuesta”,
dando a luz a la primavera.
Por: Karla Michelle Guerra
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